Para ser sinceros, formar parte de la comunidad LGBTQIA+ no siempre es brillante y colorido, como lo son nuestras banderas. Aunque la sociedad en la que vivimos sigue siendo testigo de expresiones de comportamiento homofóbico hacia las personas queer, nos las arreglamos para prosperar en nuestros viajes personales y colectivos, tanto como individuos como profesionales. La Encuesta Nacional sobre la Salud Mental de los Jóvenes LGBTQIA+ de 2020 afirmó que más de uno de cada tres jóvenes LGBTQIA+ experimentan discriminación en el lugar de trabajo en los Estados Unidos, y que las tasas aumentan considerablemente entre las personas transgénero y no binarias. En mi país, Brasil, el 68% de los jóvenes LGBTQIA+ experimentan discriminación en el lugar de trabajo, a pesar de la actual Ley Federal que editó la legislación relativa a la discriminación y los prejuicios, para prohibir la discriminación basada en la orientación sexual y la identidad de género.
Con valentía y brillantez hemos ido ocupando cada vez más puestos en múltiples industrias, y, a medida que se amplía el espacio para la diversidad, mayores son las posibilidades de que nuestra comunidad forme parte y actúe dentro de las empresas que aspiran a una cultura más inclusiva. Formo parte de esta comunidad, y es muy estimulante tener esta oportunidad de hablar de mí, no de lo que puedo producir, sino de quién soy y de lo que vivo como ser humano. Puedo atestiguar cómo una cultura laboral de inclusión y diversidad afecta en gran medida a mi rendimiento profesional, ya que genera un entorno de trabajo sano y acogedor, en el que no se segrega lo que soy como persona, sino que se celebra y aprecia maravillosamente.
En Echo, no sólo tenemos un espacio seguro para desarrollarnos y crecer, sino que también tenemos la seguridad de compartir nuestros pensamientos y aportaciones como equipo, con la certeza de que se nos escucha honestamente y se nos tiene en cuenta para formular los próximos pasos de nuestra empresa.